Siento un vacío en el pecho y mi corazón se siente oprimido. Miro a la distancia como las montañas se funden con el cielo y entre las nubes veo la profundidad de mi alma, entonces los recuerdos de citas pasadas inundan mi cabeza. No pienso en nadie en especial; solo recuerdo los pequeños detalles que hacen que mi piel se despegue de mis huesos y se derrita como miel.
En mi interior la ansiedad aflora y siento la necesidad de volver a tener una cita. Esos encuentros primerizos con un chico, que pareciera que necesita tu presencia tanto como tú la de él. Esas salidas inocentes y tontamente planeadas donde esperas verte reflejado en sus ojos. Donde una simple sonrisa puede significar una ola de calor, que extrañamente puede congelar el mundo, en ese momento tan largo y al mismo tiempo tan corto.
Necesito nuevamente una cita, donde nuestros corazones furtivos huyan del mundo sentados en un pequeño restaurante o café. Donde seamos cazadores de oportunidad, buscando el momento exacto para que la proximidad permita un roce de manos o pies. Donde la simple ebriedad de nuestra presencia nos haga mirarnos sin importar que decir.
Días como hoy añoro las incomparables sensaciones de las citas y espero que la vida las cruce de nuevo en mis días. Quiero volver a sentir la ilusión saturando de brillo mis ojos y saber que al final del encuentro volveré a casa sonriendo. Esperando que del otro lado de nuestra separación, esté ese chico esperando como yo que la vida nos vuelva a unir en una próxima cita, deseando que ésta no tuviera fin.